HIROKAZU KORE-EDA: UN ASUNTO DE FAMILIA
Milena M. Mora
Tres de cuatro hermanos que quedan, están a punto de cruzar la calle, luego de esperar pacientemente en la puerta trasera de un minimarket a que les regalen algunas cajas de sushi que están a punto de caducar, el más pequeño lleva dos botellas con agua, el mayor lleva un balde con agua y una ponchera en la parte superior del balde donde va el sushi, al lado está la hermana del medio y el lugar que debe ocupar la cuarta y menor de todos los hermanos está vacío, porque la niña ha sido enterrada en una maleta de pasta dura cerca al aeropuerto Haneda por su hermano mayor, tal vez el día anterior o el mes anterior, el caso es que ya no está. Akira, el mayor, se detiene un par de segundos a mirar al cielo y el avión que va pasando, su hermano menor con dos jalones en su manga lo regresa a la realidad, y entonces cruzan la calle, caminan y ahí termina la película. Pero el final es desesperanzador, porque sabemos que esos niños están regresando al departamento que cabe dentro del concepto de “hogar” donde fueron abandonados hace tiempo, sin comida, sin agua, sin su hermana, y sin futuro, a seguir intentando pese a todo, ser una familia.
En esta escena puede sintetizarse el estilo de Kore-eda, su enfoque en las relaciones personales, en la familia, la memoria y la pérdida. También a través de estos temas que son eje fundamental del ser humano, mediante el desarrollo de personajes que llegan a calar en los espectadores, y la manera en la que logra un cine honesto, cálido y crudo, crudeza que no se interpone nunca a la belleza presentada en sus filmes y que va en contra del exponencial fenómeno de transición del humano a la máquina en un país como Japón, donde la deshumanización está latente. Lleva al espectador a pensar en un significado profundo que habita dentro de cada uno, por medio de la cotidianidad, de los afectos y de los lazos que se crean a partir de estos.
Después de
graduarse en la Escuela de Letras, Artes y Ciencias de la Universidad de Waseda
en 1987, y a pesar del deterioro en el que estaban los viejos estudios de cine
por la época, y las pocas probabilidades de trabajar en la industria, Kore-eda
empieza a trabajar en varios documentales para televisión, realiza algunos de
manera independiente como Lessons from a
Calf , en 1991 o August Without Him
en 1994, y luego de esto empieza su carrera como cineasta con su debut Maborosi en 1995, donde trabaja temas
como la pérdida, la muerte y la soledad, a partir de aquí empieza a ahondar en
asuntos más profundos y del que nadie está absuelto: la experiencia humana y
todo lo que esta conlleva. Además empieza a dar forma a su gran estilo autoral.
Reestructuración
de los lazos afectivos:
Las obras de
Kore-eda denotan honestidad no sólo por sus historias poco forzadas y nada
pomposas, sino también porque cuentan parte de la infancia del director y de su
vida actual, su interés por la memoria se relaciona con su abuelo y el
alzheimer, los padres fríos y ausentes se refieren a la relación con su mismo
padre y las premisas que plantea sobre asumir cierto tipo de paternidad y la
reflexión de que ser padre o madre va más allá de la sangre, y que tiene más
que ver con la presencia en la vida del otro, se determina a partir de la
relación con su hija. También los dramas sesenteros que estuvieron presentes en
su infancia fueron gran influencia para escribir sus películas.
El estilo de
Kore-eda deja ver dos puntos fundamentales que consolidan su personalidad como
autor, pues mientras la primera fase de su hacer, es decir, en sus primeros
filmes, se enfoca en temas como la muerte y la memoria, en su segunda fase se
basa en rasgos recurrentes como los vínculos familiares, y los lazos
importantes que no necesariamente están ligados a la consanguinidad, también en
el deterioro de estas y de la sociedad misma. En sus filmes hacen presencia las
carencias que marcan el destino de sus personajes y se presentan de distintas
formas: el abandono, la ausencia, y la pobreza. Con esta última se plantean
diversas situaciones que surgen como subtemas a partir del “ingenio del pobre”
y su necesidad de supervivencia, por ejemplo, el hurto o la prostitución, como
sucede en Shoplifters (2018) donde un
grupo de personas que se juntan casi por azar, forman una familia donde se
supone que cada uno ocupa un rol: el padre, la madre, una abuela, una hermana
adolscente, un hermano pequeño y una hermana menor; una familia que se basa en
lazos afectivos y no en lazos sanguíneos, donde roban en tiendas para llevar de
comer a casa, y en donde la hermana adolscente es trabajadora sexual. Ocurre de
forma similar en Nobody Knows (2004)
donde cuatro niños, hermanos de diferente padre, son abandonados por la madre y
quedan a cargo de Akira, el hermano mayor de doce años que se pasa todo el
filme tratando de encontrar la manera de subsistir junto a sus hermanos y
ocupando el lugar del padre que no tuvo ninguno y de la madre ausente, a medida
que avanza la historia se evidencian cambios no sólo físicos a causa del abandono
total, pues en la casa ya no hay comida, no hay agua, ni luz, sino que también
se presentan cambios sicológicos y de moralidad mutable que se condiciona según
la necesidad, pues al inicio el niño no piensa nunca en el hurto como manera,
en otra ocasión cuando se encuentra bajo presión por su nuevo grupo de amigos
tampoco accede, sólo es hasta el final cuando la situación en casa está
definitivamente mal, y decide entonces robar. Este grupo de hermanos conoce a
Saki una niña de catorce años que también está aislada y en un intento de
ayudar a los que ahora son como su familia, se prostituye para tratar de
solventar los gastos de los niños. En
estos filmes no sólo prevalece el ingenio de los personajes -que son niños- con
carencias económicas en su deseo de sobrevivir, sino que esto habla también de
la unidad, y del deseo de bienestar para su familia. Kore-eda crea un cine de
sencillez brillante, que es capaz de hablar de abandono y de abrigo en un mismo
filme, o de amor y crueldad, y llevar estos temas al extremo sin que uno
interfiera con el otro.
También abarca temas como la labor de paternar o
maternar, en Monster una madre viuda
está constantemente tratando de cumplir bien su rol como madre, mientras que un
padre decide simplemente ser cruel con su hijo, en Broker una joven madre decide abandonar a su hijo a las afueras de
una iglesia, en Shoplifters un hombre
que se comporta como padre quiere que un niño que hace de hijo le llame
“padre”, en Nobody Knows una madre
deja a sus cuatro hijos a su suerte, y en De
tal padre, tal hijo se presenta un contraste entre dos figuras paternas,
uno que sabe hacer de padre y otro que no.
Kore- eda se fija además en subtemas como la
homosexualidad en la etapa de la infancia, en donde el reconocimiento puede ser
un proceso díficil y de incredulidad, como sucede en Monster la más reciente de sus películas (2023) donde dos niños
descubren que además de una cercana amistad, se están enamorando el uno del
otro. En esta obra también se hace referencia al rechazo y al bullying, al
maltrato psicológico por parte del padre de uno de los protagonistas, de nuevo
a la ausencia y la presión que se presenta en los diferentes núcleos sociales
japoneses que buscan la excelencia, como la institución y la familia. Esta
presión también hace presencia en De tal
padre, tal hijo (2013) donde un
padre que nunca se reveló ante el suyo y que poco tiempo comparte con su
familia, tiene la necesidad de que su hijo llegue a un estado de sublimidad.
Este factor de buscar la excelencia ha sido el causante de cientos de suicidios
en niños y jóvenes del país nipón. Y aquí una vez más Kore-eda toma fragmentos
de la realidad para hacer ficción, como en Shoplifters
o en Nobody Knows que se basan en
historias reales.
El desarraigo hace parte del universo de Kore-eda,
distintos personajes de sus obras sufren esta pérdida de sus raíces familiares
y sociales, y una falencia de identidad, como los niños de De tal padre tal hijo, que deben ser intercambiados entre dos
familias diferentes a los cinco años debido a la decisión que años atrás una
enfermera tomó, esto genera un choque en ambos niños, pues uno está
acostumbrado a una vida sencilla pero a lazos fuertes con sus padres no
biológicos y hermanos, mientras que el otro ha crecido en un ambiente más
cómodo pero exigente y con menos demostraciones afectivas. Sucede también en Broker donde un bebé es llevado de un
lado a otro por su madre y dos negociantes ilegales, posteriormente presentado ante diferentes
familias para ser comprado y finalmente queda a cargo de una policía con quien
estará algunos años mientras su madre sale de la cárcel y regresa por él. O la familia “improvisada” de la que
parte la historia de Shoplifters,
donde ninguno tiene muy claro sus orígenes, especialmente los niños no saben su
procedencia. Los protagonistas de Monster
que al no encontrar su lugar en el mundo deciden refugiarse cada tanto en un
bus abandonado, porque ahí sienten que pertenecen a un lugar, o en Nobody Knows que inicia con la mudanza
(otra mudanza) de la familia, con la ausencia de sus padres, donde no pueden
salir a la calle y donde básicamente son invisibilizados. Ese cambio de lugar
constante, la mala relación con sus padres o la falta total de ellos, el aíslo
social y el bache de identidad, desvanecen las raíces sociales y familiares de
estos personajes.
Kore-eda ha
destacado entre los cineastas de su generación debido al carácter global en el
que se basan sus películas, pues acude a situaciones comunes y cotidianas que
si bien representan al país al que pertenece, fácilmente logra una
identificación y reconocimiento en otros lugares del mundo, esto debido a esa
aspereza que se presenta en la sociedad, particularmente a los vínculos
familiares y a otras características que nos unen en determinados contextos y
que borran los límites culturales.
La vulnerabilidad de la infancia:
La niñez es una etapa fundamental en el ser humano, ya
que en ella se adquieren elementos básicos del lenguaje, se desarrollan
procesos de aprendizaje y vinculación afectiva. Los niños y niñas son una
muestra de la parte más frágil de la sociedad, que naturalmente debería ser
sinónimo de inocencia, sin embargo, cuando esta se ve interrumpida la cadena
social se modifica y los niños en un estado de vulnerabilidad, pueden ocupar el
papel de víctimas. Kore- eda le dedica parte de sus filmes a estos niños y
niñas que se ven afectados por vínculos, contextos y pérdidas.
Trabajar con niños permite un acercamiento a la
inocencia y nos pone de frente con la autenticidad y honestidad de los
personajes, para esto Kore- eda no plantea un guion, sino que transmite
verbalmente sus intenciones, y de esta forma los niños plasman sus
sentimientos, y el carácter de los actores queda impregnado en las acciones del
personaje. Así logra más naturalidad y nutre los diálogos con formas verbales
que ya están presentes en los niños. De ahí parte la fortaleza del vínculo que
se crea con estos niños, porque hay una representación allí de cada uno de
nosotros y es la niñez.
El significado de los objetos:
Los objetos cargan en sí un peso metafórico, Kore- eda
pone esta carga en objetos y rituales, por ejemplo: una maleta -aquí logra el
cine una separación de la poesía debido a ese peso que cae sobre el tiempo y la
repetición- vemos la maleta dos veces, antes de saber que dentro van dos niños
llegando a su nueva casa, si luego vemos la maleta de nuevo, sabremos el
significado que ya se nos presentó antes con este objeto. Cuando Akira, el
mayor de los hermanos en Nobody Knows,
se detiene a mirar al cielo y el avión que va pasando, probablemente está
pensando en Yuki, su hermanita, a quien le prometió que un día irían a ver
aviones, o tal vez en que su madre viene por fin, luego de tantos meses en ese
vuelo y que de nuevo llegará a casa con regalos, o en su padre pues lo único
que sabe por relatos de su madre es que iban a visitarlo en el Aeropuerto,
entonces, cuando Akira mira al cielo está pensando en la ausencia o en la
resignación, tal vez, pero seguro está pensando en su “familia” y en todo lo
que cabe en la noción del término.
La comida, o más bien el ritual que esta representa, también es un elemento recurrente en los filmes de Kore-eda, la familia sentada alrededor de los alimentos mientras comparten, no sólo comida, sino tiempo, es un símbolo de la unión, unión que se intenta o que se presenta en casi todas las familias - entendiendo entonces, que familia no es con la que se nace, sino la que se forma a partir de los afectos- creadas en sus universos.
Este juego con los elementos y los rituales, nos permite tal acercamiento con los personajes, que como espectadores sabemos el significado de cosas que a simple vista parecen mundanas, como un partido de beisbol o un esmalte en Nobody Knows, o como las fotos en De tal padre, tal hijo, o el dulce que comen los niños en Milagro. Estos elementos están dando información al espectador, están asumiendo un papel activo dentro de la narrativa de las películas.
El cine como lenguaje en Kore-eda:
De la filmografía de Hirokazu Kore-eda se desprende una conjunción de técnicas entre lo documental y la ficción, pues toma fragmentos de la realidad para crear universos, generando así esa sensación de naturalidad y cercanía con la que retrata las familias japonesas. Hace visible su intención de mostrar a la gente tal como es, dando un espacio para la belleza en lo simple, no acude a la creación de grandes héroes para hacer personajes maravillosos, como tampoco a crear antihéroes para validar la maldad, busca simplemente mostrar a personajes reales.
En cuanto a la manera en la que hace uso de los
elementos cinematográficos como parte de su lenguaje y su intención narrativa,
en la fotografía, se muestran tomas largas que son contemplativas, que muestran
el espacio y que incluso permanecen ante los ojos del espectador, así los
personajes ya no estén allí, porque el espacio es importante, es parte de la
historia, casi que es un personaje. Muestra de ello, es el constante cambio de
espacio que hay en Broker, por
ejemplo, habla de los sentimientos cambiantes de los personajes que se van
transformando a medida que pasan más tiempo juntos, pues los vínculos se
fortalecen. En Nobody Knows, la casa
a la que llega la familia y donde se desarrolla gran parte de la historia, es
fundamental, pues los hermanos están allí casi que “ilegalmente” y su espacio
se resume a este pequeño apartamento del que no pueden salir por temor a ser
vistos, la casa poco a poco se va transformando y deteriorando a medida que los
personajes también lo hacen, los espacios empiezan a cambiar cuando los
personajes empiezan a salir y con ellos se quiebra un poco esa limitada
“libertad”. Kore- eda también hace uso de escorzos, planos contra planos,
planos generales que hablan de la pequeñez de niños frente a la inmensidad del
mundo o muy cerrados con intenciones particulares como denotar intimidad o desespero, recurre
al uso de movimientos de cámara sutiles que en ocasiones parecen
imperceptibles. La luz depende del espacio, pero en su mayoría se vale de luz
natural que corresponden a la estética que plantea desde su objetivo narrativo,
generando esa sensación de calidez y sensibilidad . Piensa en el sonido como
elemento activo, no sólo como complemento de la imagen, sino como parte de la
historia y del impacto emocional que genera en el espectador, logrando así que
la canción Houseki que suena mientras Akira y Saki caminan por el puente casi
al final de Nobody Knows es percibida como la canción más triste debido a su
contexto y a la carga que alcanza en ese momento de la historia.
La realidad es pesimista:
Aunque Kore-eda no se limita a probar en distintos
géneros cinematográficos, se niega a hacer películas de violencia,
paradójicamente, el hambre es un acto violento, como lo es el abandono o la
indiferencia. Estos puntos que frecuenta Kore-eda en sus narrativas hacen parte
del realismo que propone en sus universos. El pesimismo marca una parte
importante en las obras de Kore-eda, en Monster
la muerte se percibe como un momento cálido donde ambos personajes están felices
y libres corriendo en el campo mientras el azul vívido del cielo lo cubre todo,
o los segundos que toma Akira para contemplar el cielo antes de cruzar la calle
momentos antes de que Nobody Knows
acabe, o cuando por fin Shotta llama “papá” a quien en su memoria, a pesar de
todo, siempre actúo como tal, un deseo que su papá siempre tuvo, pero que nunca
pudo escuchar porque justo ese momento era un adiós para siempre, o en Broke donde todos los protagonistas
acaban en la cárcel. El caso es que las películas de Kore-eda se parecen mucho
a la vida, pocas veces los finales son felices; y pese al panorama desolador,
nunca se opaca lo sublime en la simplicidad de sus filmes.
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