Mirar la ciudad desde arriba


Mirar la ciudad desde arriba

Milena M. Mora


Una búsqueda interminable, irrefutable, en vano. Irse lejos de casa sin esperar mucho: el futuro no siempre es prometedor.

De este lado del mundo o del otro, la miseria es un punto en común.
Nunca hay respuestas; siempre queda el cansancio. La vida no es justa en ninguno de los dos lados. Sedientos siempre, dueños de nada: ni de su casa, ni de su agua, ni de sus montañas. Esclavos de algo, de algunos, siempre de los mismos, de unos pocos.
El cine tiene la cualidad de mostrarnos universales.

Un martillazo se antepone al festejo. Un martillazo que tumba un ladrillo, uno de tantos que derriba un muro para que pase el agua, para que inunde. No hay acuerdo: el poder prevalece por encima de la necesidad humana —algo general— para suplir una necesidad particular.
Un carácter en la pared indica que todo caerá (拆: Demoler) que lo que cupo y se mantuvo durante años, toda una vida, dentro de la palabra hogar, pronto serán escombros, montones de escombros donde sea que se mire. Escombros que hacen de camino una, dos, tres veces.

El abandono es inminente. La dignidad parece un sueño iluso.
Al final, todas y todos quedamos habitando espacios deshabitados como fantasmas. Ciegos, mudos o mancos.
Definitivamente, sin mucho por hacer.

- ¿Es aquí? Pregunta confundido ante la ciudad sumergida.

- Aquí es amigo, le contesta.






Naturaleza Muerta, Jia Zhangke

2006

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